Arte Pop e Identidad: ¿Qué tienen en común Andy Warhol, Ana Mercedes Hoyos y Beatriz González?
Mucho o poco sabemos sobre el movimiento Pop en el mundo. Al parecer fue acuñado por primera vez en 1955 por los críticos de arte ingleses, Leslie Fiedler y Reyner Banham, para definir aquella compleja masa de expresiones que, sociólogos del momento, denominaban ‘Kitsch’ a las revistas ilustradas, las tiras de caricaturas y otras imágenes propias de la cultura popular (Volpi, 2022). O que los elementos pictóricos y la iconografía presente en las pinturas de los artistas estadounidenses Robert Rauschenberg y Jasper Johns inspiraron una corriente que impactaría a nivel internacional.
Tal vez que nombres como Oldenburg, Dine, Segal, Rosenquist, Wesselmann, D’Arcangelo, Samaras y Kienholz seguirían sus pasos y pronto resonarían en seminarios de Historia del Arte cuando se mencione al movimiento. Y, por supuesto, que uno de los exponentes más populares del Arte Pop fue Andy Warhol.
Sobre Warhol y su trabajo también se han dicho muchas cosas. Como que su elección en materiales y temáticas respondía a una técnica iterante, que al mismo tiempo daba cuenta de la sociedad consumista y masiva en la que vivía. Posiblemente que su uso del collage y de la serigrafía desafiaron la reputación de las corrientes artísticas del momento. O que las características iconográficas, los colores estridentes y el juego constante de dimensiones inmortalizarían el rostro de Marilyn Monroe y una icónica lata de sopa Campbell para la eternidad.
El movimiento Pop, pero ‘ubicado’
El éxito del Arte Pop le otorgó reconocimiento internacional, y aunque el movimiento alcanzó un éxito notable en Estados Unidos, no gozó de la misma acogida en América Latina. En un continente en desarrollo, marcado por intensas tensiones sociopolíticas y un enfoque prioritario en la justicia social, el Arte Pop no recibió el recibimiento entusiasta que quizás esperaba.
No en vano, el 10 de julio de 1964, el diario La Nueva Prensa publicó una columna de opinión escrita por la crítica argentina, ya radicada en Colombia, Marta Traba. El texto reconocía que, aunque era un tema estridente, el Arte Pop no podría transmitirse del mismo modo en países como el nuestro. “En Colombia no existen, básicamente, las condiciones para el ‘pop’, puesto que siendo un país subdesarrollado, los elementos industriales no pueden alcanzar esa categoría mítica que producen las promociones. Una mitificación de las conservas Fruco sería completamente postiza”, comentó.
No obstante, aquello representó una resignificación y no un rechazo absoluto. Casi diez años después, la misma crítica redefinió sus posturas y estableció a tres artistas en el área gris denominada ‘el pop ubicado’: Bernardo Salcedo, Álvaro Barrios y Beatríz González (El Espectador, 2008).
Esta última, exponente del Arte Moderno colombiano, explora temáticas relacionadas con los dolores internos de su país como el conflicto armado y la identidad, de la mano de un espectro de colores contrastantes entre sí. Pero no es la única. Ana Mercedes Hoyos, hoy protagonista de Desde la Ventana, retrospectiva de su trabajo expuesta en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, tiene aún más que contar.
Aunque la carrera artística de Ana Mercedes Hoyos es comúnmente recordada por sus series de Ventanas (1968) y Palenque (1985), sería necio no mencionar que sus primeras entregas, como Paisaje (1968), ya contaban una historia clara de la realidad en la que vivía. Aquellos óleos pintados con colores rojos y azules ilustraban la sociedad industrial que ella observaba desde la ventana de su casa, en el barrio Bosque Izquierdo de Bogotá.
El vapor de las máquinas, el cielo azul y los cerros Guadalupe y Monserrate son elementos recurrentes en esta parte de la obra de Hoyos. Estos no solo ilustran un paisaje urbano relacionado con la producción y el trabajo, así como aquel que inspiró a Warhol y demás colegas, sino que también determinan procesos de memoria precisos frente a la ciudad y su ritmo de vida.
La llegada del Pop para artistas como González y Hoyos resulta ser, más allá de un proceso similar en formas y técnicas; toda una exploración conceptual presente a lo largo de sus carreras. En donde ambas artistas, a su modo, construyeron las bases representativas de sus comunidades.
El arte es un mecanismo de identidad
De acuerdo con Jorge Ureña, docente universitario y autor del libro Beatriz González. Entre la violencia, el dolor y la memoria, la relevancia del movimiento Pop a nivel nacional e internacional cuenta con un elemento indispensable para su reputación: el poder político.
Desde luego, no se dejan de lado las características formales del movimiento en las que, de manera particular, coinciden Warhol, González y Hoyos. La elección de paletas de color específicas, las dimensiones y la repetición, solo por mencionar algunas, impactan en ambas locaciones hasta la fecha.
“El espíritu crítico y la necesidad de denuncia son esenciales para comprender las obras de los tres artistas”, menciona Ureña para asegurar una lectura contextual de sus trabajos. Las obras de Warhol cuestionan el consumo masivo de la sociedad y la dignificación del mismo. Por su parte, Beatriz González contempla el dolor de las víctimas del conflicto armado para impugnar la violencia en Colombia. Pero Ana Mercedes Hoyos va mucho más allá.
Si bien en Paisaje (1968) Hoyos ya indagaba sobre los procesos identitarios en Bogotá, no fue hasta su estancia en San Basilio de Palenque en donde entendió que las herramientas formales del movimiento Pop darían luz a la identidad de la comunidad afro en el país. Y no solo en Colombia, sino en toda América Latina.
Con sus bodegones llenos de frutas tropicales, pintados con colores planos y vivos, Ana Mercedes Hoyos logró establecer un planteamiento político que ahora hace parte de la identidad nacional y constitucional del país. Mediante la convivencia y amistad con las palenqueras, Hoyos, Colombia y el mundo comprendieron que la identidad y cultura caribeña están permeadas de resiliencia, fuerza y riqueza.
Pero esto no siempre ha sido así. La violencia ha permeado de forma histórica a América Latina y el Caribe, formando obstáculos para la vida digna de sus habitantes. Frente a esto, Ureña se pregunta “¿Qué queda en los pueblos cuando la palabra ha sido prohibida? El baile, el canto, el arte”. Es así como el trabajo de Hoyos, inspirado inicialmente por el movimiento Pop norteamericano se transforma profundamente, rompiendo las reglas estilísticas, para dejar el legado de toda una nación.
A simple vista, la relación de tres artistas como Warhol, González y Hoyos puede verse como la participación en el movimiento Pop. Sin embargo, es además la apuesta constante y consciente por hacer del arte un mecanismo de identidad, un catalizador de la memoria y compromiso con el mundo por hacer de él un lugar mejor.
Gabriela Vargas
Redacción MAMBO